En tanto que se enviaban fuerzas de importancia por el este al archipiélago ártico norteamericano, otros dos barcos tomaron la ruta del estrecho de Bering, el Enterprise, con Richard Collinson, y el Investigator, con Robert Mac Clure. Ambos franquearon el estrecho, pasaron el cabo Barrow y desaparecieron al acercarse los hielos en el otoño de 1850.
Collinson se retiró invernando en Hong-Kong para partir de nuevo en la primavera de 1851, con provisiones frescas y una tripulación descansada. Durante el verano consiguió infiltrarse a lo largo de la costa hasta el sudoeste de la isla Victoria, en la que hizo invernada. En 1852 llegó más al este por el golfo de Coronación y los estrechos de Dease y de Simpson. Pudo recoger de manos de los esquimales algunas reliquias de Franklin, y les oyó noticias de un naufragio. Sin saberlo, había llegado a pocos kilómetros del punto en que el Erebus y el Terror invernaron en 1846-1847. Collinson no pudo regresar a Inglaterra hasta 1855, después de la tercera invernada en aguas árticas norteamericanas.
No se sorprendió por haber perdido en el camino a su segundo, irlandés independiente y obstinado que quiso probar suerte.
El 6 de septiembre de 1850, después de una escala en cabo Bathurts, al que comparó con Tahití -por lo menos en lo que concierne a la acogida que hicieron a los marinos los esquimales de ambos sexos-, Mac Clure descubrió al norte una tierra nueva que llamó Baring. Penetró después en el largo y estrecho canal al que se dio el nombre del Investigator y que se prolonga al nordeste, entre aquella tierra y Victoria, situada al sudeste. Le detuvo el hielo a 73º 10' N., a unas 30 millas marinas del estrecho de Melville. Se enviaron expediciones en marzo de 1851 en direcciones norte, este y sur. La más afortunada, la de Winniatt, pudo alcanzar el 24 de mayo los 107º O., en la costa norte de Victoria; solamente el canal Mac Clintock, abarrotado de témpanos y todavía no identificado, le separaba de Osborne, quien se detuvo el 28 de mayo a 72° N. y 103º O., apenas a la distancia de unos 50 km. Los otros destacamentos exploraron la tierra de Baring, que reveló ser la isla de Banks de Parry, y el sudoeste de Victoria, al que se dio el nombre de tierra de Wollanston. Mas no fue posible llegar a Port-Winter, ante el que iba a pasar justamente Mac Clintock.
Liberado en julio, Mac Clure no pudo franquear las últimas millas al noroeste en dirección al estrecho de Melville. Dio entonces la vuelta completa a Banks, escapando por un punto al hundimiento el 19 de agosto de 1851 ante el cabo Noroeste. El invierno le sorprendió en la bahía de Merey, profunda entrada de la costa septentrional de Banks.
En abril de 1852, Mac Clure llegó en persona a Port-Winter, encontrando el mensaje dejado por Mac Clintock, pero se vio forzado a invernar una vez más en Port-Mercy, en peores condiciones (1852-1853). En la primavera de 1853 pensó en enviar al sur a los miembros más agotados de la tripulación, mientras él permanecía a bordo del Investigator para luchar hasta el fin.
Se había fijado la partida para el 15 de abril, y el día 6 sorteaba los hielos mientras que un grupo se trasladaba a tierra para cavar una tumba. Vio entonces llegar hasta él, a través del banco de hielo, y procedente del mar, a un hombre a quien tomó por negro porque estaba embadurnado de hollín; se trataba del teniente Pim, del Resolute, al cual Kellet, habiendo encontrado el mensaje que dejara el año anterior Mac Clintock, enviaba en auxilio del Investigator. Llevaba el encargo de transmitir a Mac Clure la orden de unirse con sus hombres a la escuadra llegada del este.
El irlandés hubo de someterse, y se abandonó el Investigator. Si Mac Clure se vio forzado a perder el barco, lo mismo ocurrió a Belcher y Kellet, los cuales se reunieron a finales del verano en el quinto barco, el North Star, dejado por precaución en un fondeadero de la isla de Beechy. Después de nueva invernada se repatrió todo el personal. De los siete barcos, solamente regresaron dos.
Se hizo responsable a Belcher de lo ocurrido y hubo de comparecer ante el consejo de guerra obligatorio.
No se halló ninguna falta en el proceder de Belcher, y sí, por el contrario, un imponente balance de descubrimientos en su activo, más la identificación de los dos pasos del Noroeste, a una y otra parte de Banks. Por consiguiente, quedó descargado de la manera más honrosa. Pero continuaba ignorándose con exactitud la suerte de Franklin.
Rae, compañero de Richardson en 1848, viajaba en los Barren Grounds al servicio de la Compañía de la Bahía de Hudson; en 1854, próximo al estuario del río Back encontró que los esquimales guardaban cucharillas con la marca de sir John Franklin, y un pedazo de chaleco de franela con sus iniciales. Stewart y Anderson, agentes de la Compañía, interrogaron en 1855 a los esquimales de la Tierra del Rey Guillermo, los cuales confirmaron que uno de los barcos debió hundirse en aquellos parajes, mientras el otro embarrancaba. Mas no aportaron indicios materiales. Absorbido por la guerra de Crimea en aquella época, el Almirantazgo desistió de la búsqueda. Parecía terminado el episodio. Pero lady Franklin, con el apoyo de suscripciones privadas, quiso seguir adelante. Gracias a la perseverancia de la viuda resultó posible que Francis Leopold Mac Clintock aclarase el misterio.
Mac Clintock, irlandés como Mac Clure, mandaba el yate Fox, al que condujo primeramente a Upernivik, en Groenlandia, donde embarcó 35 perros y dos esquimales, conductores de trineo e intérpretes. No quedaba ya más región desconocida que un espacio de 500 km. aproximadamente, bañado por el brazo de mar que lleva en la actualidad el nombre de Mac Clintock, y que comprendía el litoral de Boothia al este, el del Rey Guillermo al sur, de Victoria al oeste y de Príncipe de Gales al norte.
Puesto que no se habían hallado vestigios de Franklin en los otros puntos, tenía que haber desaparecido allí.
Bloqueado por el hielo a mitad de ruta entre la bahía Melville y el estrecho de Lancaster, el Fox derivó siete meses en 12° de latitud, quedó libre el 25 de abril de 1858, gracias a la tempestad, y volvió a partir de Groenlandia en julio.
El 11 de agosto tocó la isla de Beechy, rodeando luego Somerset por el este, forzó el estrecho de Bellot a pesar de la violencia de las corrientes de marea, y entonces los marinos pudieron ver ante sí, tras una barrera de hielo, el mar libre en el estrecho de Franklin. Mas el obstáculo infranqueable persistió durante el verano entero y fue preciso invernar en aquel lugar, al que se dio el nombre de Port Kennedy.
A partir del 17 de febrero de 1859, Mac Clintock emprendió una serie de reconocimientos en trineo. Personalmente llegó a la isla del Rey Guillermo y conversó con los esquimales, recogiendo objetos que pertenecieron a Franklin y quedando convencido de que diez años antes desapareció un barco en aquellos parajes.
La Bahía de Disko (5) a isla Beechey, en 1845. Alrededor de la Isla Cornwallis (1), en 1845. Desde isla Beechey descienden por el estrecho de Peel , entre la isla del Príncipe de Gales (2) y la isla Somerset (3) y la península de Boothia (4), hasta aproximarse a la isla del Rey Guillermo en 1846. La bahía de Disko (5) se encuentra a 3.200 kilómetros de la desembocadura del río Mackenzie (6). Fuente: www.wikipedia.org
El acontecimiento había sido introducido en los relatos de las sagas locales cuando, en 1923, Rasmussen a su vez cruzó la región. Oyó la narración de la historia que sigue: Dos hermanos, cazadores de focas, encontraron en el mar un barco bloqueado y abandonado; subieron a bordo, cogieron fusiles que pensaban transformar en arpones y se apoderaron de cuerdas y velas, de las que ya conocían el uso. Luego se arriesgaron a inspeccionar el navío, encontrando varios hombres muertos en sus literas; descendieron después a un amplio espacio que ocupaba el fondo del barco; reinaba la oscuridad, por lo que pretendieron abrir una ventana con objeto de que pudiese penetrar la luz. Desconocedores por completo de la construcción naval, abrieron, de este modo, una brecha en la línea de flotación, por la que comenzó a entrar el agua y pronto el barco se hundió con toda su riqueza de madera y metal.
Mac Clintock volvió a su barco, después de veinticinco días de ausencia con frío constante de -40º. Volvió a partir el 5 de abril de 1859 con dos trineos arrastrados por ocho hombres y otro más del que tiraban seis perros. En cabo Victoria, otros esquimales le hicieron saber que aproximadamente en la misma época otro barco había chocado contra la costa; más adelante encontró grandes fragmentos del Terror convertidos en armazón de cabañas.
En cabo Norton, el 8 de mayo, Mac Clintock oyó a una vieja de la Tierra del Rey Guillermo que el lugar del naufragio se encontraba a cinco jornadas de camino en dirección norte, de las cuales una había de realizarse caminando sobre el hielo. En cuanto a las tripulaciones, habían ido pereciendo hombre tras hombre mientras caminaban hacia el sur, para dirigirse al río del Pez Grande (río Back). "Iban cayendo y levantándose, y murieron en el camino."
Emprendió el mismo camino Mac Clintock, llegando al límite alcanzado en 1855 por Anderson y Stewart. Tomó luego dirección oeste para explorar la costa sur de Rey Guillermo. El 24 de mayo de 1859 encontró un esqueleto de hombre blanco y una cartera, por desgracia con papeles vulgares.
Entretanto, Hobson, lugarteniente de Mac Clintock, remontó hacia el norte en dirección al cabo Félix, hallando varios túmulos, pero ningún documento escrito. Después, el 8 de mayo de 1859, visitó el túmulo levantado en 1831 por James Ross en cabo Victoria. Por último, halló un pergamino, fechado el 28 de mayo de 1847, firmado por dos oficiales de Franklin, Gore y Des Voeux; en aquella fecha todo marchaba bien a bordo de los barcos, que habían invernado por segunda vez en pleno mar, frente a la isla del Rey Guillermo. Mas otra mención de mano distinta, fechada el 25 de abril de 1848, relataba la muerte de Franklin, de 9 oficiales y de 15 hombres. Crozier y Fitz-James, firmantes de la segunda noticia, declaraban haberse puesto en marcha hacia el sur. Mac Clintock halló en la bahía Erebus una chalupa grande, colocada sobre un trineo, como le había indicado Hobson. El equipo y el material estaban diseminados en el suelo; había dos muertos junto a la chalupa con los fusiles cargados al lado, pero sin ningún documento.
Los esquimales acudían de todas partes trayendo cubiertos de plata. Más adelante, Hall recogió todavía algunos.
Mac Clintock y sus oficiales regresaron al Fox durante el mes de junio; era cierto que Franklin había muerto y que no quedaba uno sólo de sus hombres.
Pero el misterio permanece hasta ahora. 1.º ¿Por qué hombres tan agotados para llevar herramientas cargaron con cubiertos de plata? ¿Era un testimonio de veneración por su antiguo jefe, o se trataba de conservar recursos para cuando llegasen a los puestos de la bahía de Hudson, o bien, sencillamente, de codicia? 2.º La cifra elevada de muertos contradice la experiencia adquirida, porque en caso de extremo peligro polar los oficiales, a causa de su moral superior, son los últimos en perecer. ¿Hubo tal vez un motín que costó la vida a Franklin? 3.º ¿Cómo explicar la ausencia casi total -tan extraña- de documentos, cuando los exploradores acechados por la muerte se muestran generalmente pródigos en dar noticias (cf. De Long, y más tarde Scott)? Podría explicarse por el cuidado de hacer desaparecer toda prueba. ¿Había recibido Mac Clintock la consigna de silencio?
Pero ¿qué significa el documento descubierto por Hobson en el monumento edificado por James Ross? La noticia escrita por Crozier y Fitz-James parece extremadamente lacónica. Tal vez el centenario de la expedición, en 1957-1959, procure al Almirantazgo británico la ocasión de hacer luz, por fin, respecto a página tan importante de la historia polar.