El éxito de Parry parece un milagro, no sólo por las exploraciones geográficas que realizó, sino porque definió para el futuro las técnicas de invernada sistemática, nunca practicadas anteriormente.
El Hecla, mandado por Parry, barco de 375 ton., y el Griper, 180 toneladas bajo el mando del teniente Liddon, partieron de Inglaterra en mayo de 1819. El 4 de agosto llegaron a la entrada del estrecho de Lancaster y, como el mar se hallaba libre, penetraron en el canal, proa al oeste, a 74º 16' N. Pronto surgió un problema de navegación, inédito hasta entonces, porque la brújula, enloquecida por la proximidad del polo magnético, no daba ya indicaciones; la bruma intensa ocultaba los astros y la única orientación válida con tiempo cubierto era la dirección del viento, admitiendo que no cambiase.
Comprobando la situación durante los claros, Parry reconoció la inexistencia de los montes Croker, penetró en el estrecho del Príncipe Regente, que conduce al sur, se vio detenido por los hielos y partió de nuevo en dirección oeste, luego de haber identificado el canal de Wellington al norte; tocó en la reducida isla de Beechy, siguió la costa sur de la isla de Cornwal por el estrecho de Barrow, reconoció la costa sur de la isla de Bathurst, luego la de la isla de Melville. Había rebasado el 110º O., asegurando a sus tripulaciones la prima de 5.000 libras, y recorriendo 800 km. en un mes. Después de haber disminuido de volumen, los icebergs desaparecieron, y los estraves reforzados no encontraron más que floes (I) relativamente delgados. El cuadro cambió hacia el oeste de Melville, al divisar, al sur, las costas de la Tierra de Banks; los floes procedentes del mar de Beaufort, y acumulados en el estrecho entre Banks y Melville, detuvieron el avance.
(I) Voz inglesa no traducida en el original que significa «campo de hielo flotante». En adelante se empleará sin explicación.-Nota de la traductora.
La invernada en Port-Winter transcurrió sin incidentes. Como buen psicólogo, Parry resolvió dar ocupación a sus hombres; todos los días habían de hacer una hora de gimnasia sobre el puente, hiciese el tiempo que hiciese. Durante la noche polar, que comenzó a primeros de noviembre, durando tres meses, organizó el tiempo libre iniciando cursos de escolaridad nocturnos para los analfabetos (sólo dos hombres sabían leer y escribir), la publicación de un diario, representaciones teatrales, y él mismo escribió una obra titulada, como es lógico, El paso del Noroeste.
El mayor peligro de las invernadas, lo mismo que el de los cruceros muy prolongados, era en aquella época el escorbuto. Aun cuando no se conocían aún las vitaminas, la experiencia de los marinos ingleses había elaborado un método práctico y desde la época de Cook nadie se embarcaba sin provisiones de manzanas y verduras, que se consumían crudas. Parry añadió a esta base alimenticia jugo de limón y vinagre, haciendo cultivar en estufa bancales de berros, en tanto que la caza abundante, excepto de osos, suministraba carne fresca.
De este modo, a pesar del frío que alcanzó -40º, el invierno transcurrió con normalidad. En mayo comenzó a derretirse la nieve y reapareció la vegetación. En junio, Parry, con once hombres (el teniente Sabine entre ellos), efectuó un reconocimiento en tierra, cruzó la isla Melville llevando su equipo en un carricoche y descubrió al norte de la isla un golfo, al que dio el nombre de Liddon.
Quedaron libres los barcos el 1 de agosto, mas no fue posible llegar más lejos de 113º 47' O. (que corresponde a la punta meridional de Melville), y Parry regresó a Inglaterra convencido de que el paso debía buscarse en otra parte, con preferencia al sur de la barrera que forma la Tierra de Baffin. este fue el objeto de su segunda expedición.
Dos barcos, -el Fury, mandado por el jefe de la expedición, y el Hecla, bajo el mando del capitán Lyon- se aprovisionaron para tres años; doblaron el cabo Farewel el 7 de junio, advirtiendo el primer iceberg el 14, y penetraron en el estrecho de Hudson el 2 de julio. Conocedor Parry de que en 1742 Middleton había situado el cabo Hope a la entrada oeste de la bahía de Hudson, en el continente americano, contaba comenzar la exploración en aquel punto exacto, y proseguirla después en dirección norte hasta descubrir un paso.
Doblando por el norte la isla de Southampton (12 de agosto), reconoció la bahía Repulse, el canal de Hurd, que separa del continente la isla Vansittart, y después una «entrada» que conducía hacia el oeste prolongada unas 25 millas, pero que después terminaba en un callejón sin salida. Parry, que por falta de profundidad suficiente exploró por sí mismo en chalupa el fiordo, bautizado con el nombre de Lyon, volvió a su barco el 24 de septiembre y eligió el lugar de invernada en una bahía próxima, debajo justamente del círculo polar; para llegar allí fue menester serrar el hielo en una distancia de 300 m.
Sobre la costa se construyó una caseta y un observatorio; las chalupas fueron sirgadas a seco y cubiertas de nieve, y el puente de los barcos se cubrió con un fuerte toldo. Se organizó la caza de focas y luego la de renos, a los que atrajo el olor del hogar de derretimiento de grasa. Comenzó a funcionar la escuela nocturna. Cada dos semanas tenía lugar una representación teatral, con vestuario especialmente traído de Inglaterra, y los hombres que debían representar papeles femeninos sacrificaron barba y bigote, tan de moda en aquella época.
Los esquimales acudieron de visita, efectuándose intercambios y diálogos por señas. Parry fue llevado a un poblado de iglúes, construido rápidamente sin que se apercibiesen los ingleses y compuesto por seis grandes casetas para 60 personas y sus perros, trineos y embarcaciones.
«Aumentó el asombro al contemplar el interior de aquellas viviendas extraordinarias para hombres blancos, construidas totalmente con nieve. Se penetraba en ellas por dos pasos abovedados de unos tres pies de altura; llegando de este modo a una habitación circular, cuyo techo formaba una bóveda perfecta, y que comunicaba con otras tres piezas iguales, una al frente, otras dos a los lados. Cada uno de tales recintos albergaba una familia... Dos hombres podían levantar una vivienda de éstas en menos de dos horas: uno preparaba los bloques de nieve y el otro los iba colocando.»
«Amplias plataformas de nieve, de unos dos pies de altura, instaladas a los largo de los muros, servían de asientos y de lechos; se hallaban cubiertas de barbas de ballena, de menudas ramas de andrómeda y de pieles de renos o focas. Un pilote de nieve soportaba una lámpara aplastada y oval de piedra, llena de aceite de foca que ardía gracias a una mecha de musgo muy seco y torcido.»
Un anciano que respondía al nombre de Nakkakhiou subió a bordo del barco del capitán Lyon, quien para gran satisfacción del hombre le hizo dar un concierto de armonio. Otros esquimales aprendieron con bastante rapidez a fumar, a mascar tabaco y también a embriagarse con aguardiente.
«Las mujeres jóvenes hubieran podido pasar por bonitas, si hubiesen tenido el primero de los encantos, la limpieza.» Aceptaban de buena gana los regalos de bagatelas porque «la afición a los adornos era innata en ellas, lo mismo que entre el bello sexo de climas más favorecidos». «Cuando digo que carecían de adornos -añade el digno capitán Lyon-, me engaño, porque no debiera olvidar el tatuaje del rostro, muslos y pecho... Para hacerlo comprender hubiera colocado en la primera página de esta obra una figura de mujer, si no fuera por temor a que el desnudo completo parezca atrevido en exceso; por otra parte, estoy convencido de que ninguna de ellas hubiese querido exhibir más de una parte de su cuerpo a la vez.»
Observaron también los ingleses la caza de la foca por medio de un hoyo practicado en el hielo, el ojeo del caribú, el sistema nómada endémico de los indígenas, y la amenaza constante del hambre en que vivían, despreocupadamente, sin embargo. Varios esquimales trazaron mapas de la región, que concordaban en un solo punto: más al norte, existía un estrecho en dirección oeste, que conducía a las proximidades de un lugar denominado Amitioki. Pasado algún tiempo, aparecieron los patos salvajes el 4 de mayo; a finales de mes brotaron las primeras plantas de saxífraga.
El 2 de junio comenzó a tallarse un canal en el hielo; el 19, ambos barcos se hallaban a flote y emprendieron de nuevo el crucero, para quedar otra vez bloqueados casi al momento. La tormenta les liberó el 1 de julio, permitiéndoles hacer vela en dirección norte para remontar el canal de Fox y la costa de Amitioki; se trataba de una península que llamaron Melville.
El 14 de julio pudo verse el estrecho señalado por los mapas indígenas, mas se hallaba totalmente helado. La decepción quedó compensada por la visita a los esquimales de la costa, los cuales se dedicaban entonces a la pesca del salmón en los ríos, habitando en tiendas o en cabañas construidas con huesos de ballena o de narval, entre esqueletos diseminados, sin que faltasen cráneos humanos que dejaban coger y llevarse sin poner reparos.
Una sección de los tripulantes del Hecla partió el 14 de agosto en recorrido de exploración a pie sobre la costa. Estaba compuesta por cinco hombres, llevaba víveres para diez días, una tienda y dos grandes planchas para franquear las grietas. Esta técnica permitió avanzar lo suficiente para alcanzar el 18 la extremidad de la península de Melville, y divisar a lo lejos tierras que limitaban un estrecho de amplitud de dos millas marinas, al que conducía trozos de hielo una corriente del oeste. Se envió otra sección para reconocer la nueva Tierra (Tierra de Cockburn, en la extremidad noroeste de la isla de Baffin), pero solamente una chalupa pudo explorar del 10 al 15 de septiembre el nuevo «estrecho Fury-Hecla», en una distancia de 60 millas. Más allá, existía otra vez mar libre, pero ya se anunciaba el invierno.
Parry fijó sus cuarteles el 20 de septiembre en Igluki. Muy pronto acudieron a visitarle los esquimales amigos; la caza del verano había sido mala y escaseaban los renos. En cuanto a la hermosa Arnalua, admirada el invierno anterior, había cambiado mucho y parecía sufrir una erupción cutánea, la sarna. El chaman Tulemak se presentó al capitán Lyon para decirle que había tenido un sueño durante el cual el capitán le entregaba un hacha; el capitán respondió que él, a su vez, había tenido una visión en la cual se arrojaba a Tulemak de la cabina del capitán. «La última visión se cumplió sin que Tulemak se enojara.»
El invierno fue muy duro para los esquimales, a los que Parry socorrió cuanto pudo. Prosiguió observando sus costumbres, vestido y perros, que juzgó semejantes a lobos; «la única diferencia estriba en que los lobos aparecen siempre con la cabeza baja y la cola entre las patas, mientras que los perros llevan la cabeza alta y la cola levantada como un cuerno de caza.». Son animales de pelo espeso, fieros, capaces de hacer frente a un oso blanco, pero utilizados como animales de tiro; se les coloca el pretal cuando cuentan dos meses, y el látigo, de un largo de 18 a 24 pies, termina su educación; a veces se les hace llevar una albarda. «Cuando el camino es recto y la nieve está endurecida por el hielo, siete u ocho perros pueden arrastrar un peso de 800 a 1.000 libras, avanzando de 50 a 60 millas por día.» Como buen deportista, el capitán Lyon cronometró una vez una milla, recorrida en ocho minutos por un perro que arrastraba 196 libras. Sin embargo, habían de pasar aún más de sesenta años para que el trineo de perros se hiciese habitual en la exploración polar.
Al llegar el verano, hizo su aparición el escorbuto y Parry decidió el regreso. Desaprisionados el 9 de agosto, el Fury y el Hecla, que habían invernado en los 69º 21' N. y 81º 37' O., salieron del hielo el 15 de septiembre, y el 18 de octubre penetraban en el estuario del Támesis.
Creía Parry en la existencia probable de un paso en el norte de América; según juzgaba, el continente apenas se extendía más allá de los 70º ó 71º N.; la vía conocida más indicada parecía ser el estrecho del Príncipe Regente, que se extiende entre Baffin y Somerset. Concluía, en forma negativa, que sus dos expediciones habían probado, por lo menos, que en determinados puntos el paso del Atlántico al Pacífico no podía efectuarse.
Consecuente consigo mismo, Parry trató de nuevo en 1824 de forzar el estrecho del Príncipe Regente, pero el Fury fue aniquilado al este de la isla de Somerset, y el Hecla regresó a Inglaterra. Aumentaba de este modo la lista de puntos en los que era impracticable el paso y, por lo tanto, disminuía la probabilidad de hallar una ruta utilizable. Beechy, comandante del Blossom, había penetrado en 1825 por el estrecho de Bering hasta Cabo Barrow, en el extremo norte de Alaska, pero el nudo de paso se encontraba en algún punto entre los 70º y 75º N. y los 95 y 125º O. En adelante, Parry se orientó hacia el Polo.
George Back, compañero de Franklin en el norte canadiense, volvió a partir en 1833 a la búsqueda John Ross, el cual había invernado cuatro años seguidos sin poder dar noticias.
Desde la época del capitán Constantin J. Phipps (1773) se pensaba que el banco de hielo al norte del Spitzberg era plano, y que más allá del cinturón de hielos se dilataba el mar libre. No lo juzgaba así Parry, que era el único hombre verdaderamente capacitado para comprobarlo.
Salió de Inglaterra en abril de 1827 a bordo del Hecla, en el que James Ross y Crozier (de quienes volveremos a ocuparnos) eran oficiales, y se dirigió hacia Spitzberg, lugar de cita secular de los balleneros, y en el que las aguas atlánticas del Gulf Stream rechazan hasta el extremo norte de la barrera de hielos. Hizo escala el 18 de julio en la tierra del Nordeste, un poco al sur del 80º N.
Contaba partir en dirección norte con un equipo de renos y de instrumentos especiales: trineos anfibios. Idea audaz, pero impracticable sin locomoción mecánica.
«Las embarcaciones tenían el fondo aplastado; su longitud era de veinte pies, la anchura mayor, de siete... A los dos lados de la quilla llevaban delgados patines de metal, semejantes a los de un trineo. Sobre el hielo, los patines sostenían completamente el bote; un braguero de cuero les rodeaba por delante, y a éste se sujetaban dos cuerdas de arrastre, de crin. Tenían las embarcaciones dos baos, un departamento cerrado a cada extremo y, a los lados, armarios con provisiones y trajes de recambio; un mástil de bambú, una vela curtida, catorce remos y un remo de cola.
«Llevaba Parry víveres para setenta y un días. Cada barco pesaba 1.539 libras; el peso total con las provisiones era de 3.753 libras, es decir, 268 por hombre. La ración cotidiana era por cabeza: 10 onzas (300 gr.) de bizcocho, 9 (270 gr.) de pemmicán, 1 (30 gr.) de chocolate, 25 centilitros de aguardiente. No había jugo de limón. Durante el día se dormía en el bote, al abrigo de las velas que formaban dosel; se viajaba durante la noche.» (Markham).
Sabía Parry lo que podía pedir a sus hombres, y por cuánto tiempo. Cuando los renos previstos se revelaron inutilizables, sus marineros se sujetaron al atelaje. No había de llegar al Polo, es cierto, pero en el Spitzberg, como en el norte de América, batiría un récord, enseñando el camino; no se trataba de un fracaso, sino de una experiencia.
«Las embarcaciones hendieron el mar hasta el 23 de junio, fecha en que fue necesario arrastrarlas sobre el hielo (81º 12' 50"). Avanzaban sobre floes pequeños, limitados por mogotes. Después de treinta días (23 de julio de 1827), alcanzó Parry el punto más septentrional de su viaje: el paralelo 82º 45' N., aproximadamente. Ninguna observación exacta fijó la latitud. Habían recorrido 92 millas de trayecto sobre el banco de hielo, y 200 en mar libre; pero en línea recta distaban del Hecla solamente 172 millas. La deriva de los floes fue el mayor obstáculo. El 21 de agosto Parry y sus hombres regresaron al barco, y el 6 de octubre desembarcaron en Inglaterra.» (Markham).
Esta fue la carrera ártica del gran explorador inglés. Muy merecidamente, una parte del archipiélago del norte de América, del que exploró lo esencial, lleva su nombre.
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Nota 2: Parte de esta documentación ha sido extraida del Tomo IV de la "Historia Universal de las Exploraciones" por gentileza de la Editorial: ESPASA CALPE